Este Agosto tuve la oportunidad de ver el eclipse total de Sol que cruzó de costa a costa Estados Unidos.
Te dicen los que ya han visto alguno que es un espectáculo increíble, lees crónicas, ves muchas fotos…. pero la verdad es que cualquier cosa que te digan se queda corta ante la experiencia de vivir un eclipse TOTAL de Sol. Y remarco lo de total, porque no tiene nada que ver con un eclipse parcial aunque el Sol se tape al 99%.
Es un espectáculo visualmente precioso. Un crepúsculo de 360º, el color gris acero que adquiere el cielo, el descenso de la temperatura, el viento, ver las estrellas en el cielo, ver Mercurio, y Venus, admirar la corona solar o los breves momentos en los que puedes vislumbrar la cromosfera con sus protuberancias.
Pero también creo que es un acontecimiento que «toca» algo dentro de nosotros. Algo grabado en nuestro genes. Algo ancestral. Sabemos que el Sol es la fuente de vida en el planeta. Lo sabemos aunque nadie nos lo diga. Es algo básico. El ver desaparecer el Sol, el verlo convertirse en un «Sol negro» es impactante. No es miedo. Somos seres racionales y sabemos lo que ocurre y porqué pero yo creo que provoca algo dentro de nosotros. ¿Qué pensarían, que sentirían los seres humanos de hace miles de años al ver un eclipse?
Por supuesto, saqué fotos durante el eclipse. Pero no era el objetivo principal. No quería perderme la experiencia por culpa de sacar fotos. Llevé un equipo sencillo y ligero: Sony a6300 y un objetivo catadióptrico barato de 500mm. No es de mucha calidad pero me permitía disponer de una focal alta en un tamaño muy compacto que no me molestaría durante el viaje. Por todo ello, las fotos que saqué no son muy buenas. Pero servirán para acordarme de la experiencia y de las sensaciones que tuvimos todos los presentes.
Y para acabar un sencillo montaje con las imágenes de la fase parcial y total con el sonido grabado durante la fase de totalidad con la intención de trasmitir la emoción que sentíamos los miles de personas que tuvimos la oportunidad de presenciarlo.